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Andrés Elias

Consultor de Marketing Político Digital, considerado el mejor consultor político digital de Latinoamérica. CEO de Facultad, Agencia de Consultoría Política. Creador de DATAMETRIX (Herramienta de Social Listening) y DOUBLECHECK (Envío masivo de WhatsApp). Ganador de varios premios como ALACOP, REED y NAPOLITAN. Fundador de AICODI (Asociación Internacional de Consultores Políticos Digitales)

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Dinosaurios en la era de las redes sociales

  • By VICTOR ANDRES DUQUE
  • 15 septiembre, 2023
  • 324 Views

La tendencia mundial demuestra que los políticos tradicionales y ciertos “líderes sociales”  no están garantizando la movilización más allá de un número limitado de votantes. Esto se debe a que los electores se están movilizando por sentimientos marcados por el rechazo al sistema, más que por la recomendación imperativa de algún personaje. La manifestación del repudio hacia la política, encontró su forma de desahogo emocional en las urnas.  Esta catarsis colectiva se viene repitiendo de manera calcada en la mayoría de países latinoamericanos. Rechazando no a la política en sí sino a los políticos tradicionales y sus esquemas, que han hecho de la corrupción, la simulación y el uso indebido del poder, una norma.

A principios del 2023, el Think Thank español Real Instituto Elcano, reportaba que de las últimas 15 elecciones, la oposición ha ganado 14. Que la oposición haya ganado terreno en la mayoría de los países de nuestra región no tiene que ver con méritos propios sino con un marcado voto de castigo. El voto de opinión está derrotando al voto de estructuras debido al hartazgo de las sociedades. Ni las maquinarias bien aceitadas, ni el dinero, ni la movilización o acarreo, ni la compra de votos fueron tan determinantes en este 2023 como el encono de la sociedad hacia todo lo que identifiquen como político tradicional.

Las campañas malgastan el recurso en estructuras que privilegian el modelo clientelar de la política, donde un líder es “sobornado” con dinero para “mantenerlo de nuestro lado”,  y que nos ayude a “llenar la plaza”, asegurando la convocatoria a los eventos de manera artificial sin mediar un apoyo genuino de los asistentes. Ese tipo de personajes están desgastados y ya no representan ni votos, ni movilización real, más allá del acarreo tradicional hacia actividades de agenda. Todo lo contrario, asociar tu campaña a este tipo de personajes te carga con todos los negativos que estos individuos llevan a sus espaldas.

Los liderazgos tradicionales no solo son un disparo en el pie, sino que además encarecen la campaña, precarizan la estructura propia y derrochan recursos en una estructura no medible, ni auditable que cae en la simulación como una forma de vender cara su “representación”. Lo cierto es que estos liderazgos no representan nada, ni a nadie. Una campaña cargada de políticos aniquila la narrativa de liderazgo independiente y autónomo que es necesaria hoy en día en las campañas modernas.

Los únicos liderazgos que valen la pena considerar son personajes nuevos que tengan una base social comprobable. Los viejos políticos, ya no influyen en la opinión, por el contrario, la contaminan. Pero además, mantener a estos parásitos de la política, debilita la estructura interna de la campaña que es la que más debe ser fortalecida, porque la estructura interna puede ser auditada y, con un correcto acompañamiento, generar sistemáticamente una forma de gestión y control eficiente.

La desconfianza hacia los políticos tradicionales ya está instalada. Toda campaña que quiera ser efectiva debe comprender que no basta con un discurso “antipolítica”.  Aprovecho un comercial, la “antipolítica” es una actitud del político hacia el sistema, no es una estrategia en sí.

La sociedad ya no cree en el sistema, ni en las normas, ni en los estándares, ni en la espectacularidad y ni en la liturgia de la política tradicional, ni en quienes la encarnan. La ciudadanía busca a alguien que los represente, que hable de manera directa con ellos; no quiere intermediarios. La “furia”, el “descontento” y “romperlo todo” se han apoderado de manera literal y literaria de la política, y aliarse con políticos tradicionales y sus huestes es todo lo contrario a lo que sugiere la norma de hoy.

En este clima, la bronca profunda se ha constituido en sí mismo como un racional de voto.

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